EL MISTERIO DEL ESCUDO EN BLANCO

En el número 50 de la calle Zapatería se halla el Palacio de los Navarro-Tafalla, cuya particularidad es que luce un escudo vacío, sin dibujo alguno. Un hecho insólito, pues cualquier hidalgo colocaba su blasón en viviendas mucho más modestas, alardeando así de linaje familiar.

El Palacio lo mandó construir en 1759 Juan Francisco Navarro, melidano de origen humilde. Y lo que parece una simple anécdota nos proporciona interesantes claves para entender las jerarquías y los privilegios de la nobleza, así como la pujanza de los indianos enriquecidos intentando escalar socialmente.

Marchó a América en 1722 y halló fortuna gracias al comercio, las acciones militares y los buenos servicios prestados al rey. Inició su meteórico ascenso en 1747 tras ingresar como Caballero de la Orden de Santiago, nombramiento casi imposible sin origen nobiliario. En 1756 obtuvo la ejecutoria de hidalguía y en 1760 asiento en Cortes.

Pero la Diputación y las élites locales recurrieron sus títulos y le acusaron de falsedad y origen campesino, incompatible con su estatus. Finalmente, el Consejo Real de Navarra y la Cámara de Castilla fallaron a su favor, pero eso no impidió que le rechazaran y le considerasen un advenedizo.

El misterio se resuelve al entender que Juan Francisco Navarro se hizo rico, mandó construir el palacio más grande y lujoso de la época, pero no logró ser aceptado por las élites, así que para no desairar más a la nobleza nunca se atrevió a colocar su escudo de armas en la fachada del palacio.