Cuando el Burgo de San Cernin se pobló rápidamente un nuevo núcleo fue surgiendo por la llanura aledaña hacia el año 1100. El Burgo Novo -que más adelante se llamará San Nicolás- se encuentra ya reconocido para 1177 con una población mixta de navarros y francos.
Su urbanismo adoptó la forma rectangular de bastida medieval plenamente reconocible y su Iglesia se erigió como parroquia de la Población de San Nicolás en el siglo XII. Viendo su torre y los matacanes recordamos su carácter de fortaleza, lo que no evitó que en 1222 los de San Cernin atacasen San Nicolás, mataran a la gente que en ella se había refugiado, mujeres incluidas, y quemasen la iglesia (si observamos en los pilares bajos de su interior todavía se aprecia el color negruzco provocado por el fuego). Se impuso una paz humillante a San Nicolás, el rey Sancho el Fuerte favoreció a San Cernin y el obispo don Remiro hizo la vista gorda, pues era el hijo bastardo del rey. Para 1287 San Nicolás y San Cernin se unieron en una sola población.
Debido a las sucesivas reformas cuesta hallar elementos románicos y góticos en la iglesia. Tras la conquista de Navarra – hacia 1580- se ordenó derribar dos de sus torres y desmochar la tercera (la actual) para evitar que actuasen de padrastros -puntos elevados para atacar o defenderse- sobre la Ciudadela.
En la plaza destaca la preciosa vivienda modernista diseñada en 1899 por el arquitecto Manuel Martínez de Ubago.
San Nicolás y San Gregorio son las calles de pinchos y vinos por excelencia, territorio de los txikiteros, una especie casi extinguida, cuya peregrinación consiste en ir tomando vinos o “txikitos” de bar en bar. Es lógico que en San Gregorio viviera un personaje como Aniceto, apodado“Petit” por su estatura, perrero municipal y que se postuló como candidato a alcalde a principios del siglo XX con propuestas electorales rompedoras: traer el mar de Pasajes a la Rochapea y el pescado directamente por una tubería, o allanar el monte San Cristóbal para solucionar el paro. Nadie le tomó en serio, pero seguro que era el más popular en las tabernas de su calle.
El vino supuso un producto fundamental en una Pamplona medieval. Ya en 1372 los de la Navarrería tenían el “Privilegio Real del Vino” que confirmó la reina Leonor en 1468. Estaba prohibido traer vino de fuera por lo que tenían un auténtico monopolio. Muchos se quejaba del alto precio y la mala calidad (“son de mala digestion y adobados” o “los médicos aconsejan que no se beba dél”). Vamos que le echaban agua, así que a las tropas se les permitió traer vino de fuera a partir de 1552, al igual que al clero desde 1609 (se cobraban en diezmos el quinto de toda la producción), lo que dio lugar a la reventa y al estraperlo con las consiguientes quejas de los productores. Los soldados llegaron a disponer en 1673 de cuatro tabernas, a las que entraban los civiles a beber, razón por la que se entablaron pleitos. Por cierto que según los procesos había en esa época más de 200 tabernas. ¿Quieren saber cuántas existen ahora?, según el Anuario Económico de la Caixa de 2009, nada menos que 1.401 entre bares y restaurantes.
En la calle San Nicolás -lo recuerda la placa de los números 19 y 21- nació Pablo Sarasate, violinista de fama mundial que era aclamado por sus paisanos cuando volvía a Pamplona para sanfermines, especialmente cuando desde su balcón del Hotel La Perla ofrecía con su Stradivarius un concierto al auditorio congregado en la Plaza del Castillo. También allí jugaba al mus, dicen que casi siempre perdía y solía enfadarse, excepto una vez, que ganó y le pidió a Teresa Graz, la dueña del hotel que le cosiera a la solapa el pesetón que había ganado: tenía actuación en el Teatro Gayarre y sobre ella apoyó el violín.
La afición a los naipes es antigua en Navarra, todavía hay quien desconoce que amarreko (diez) y órdago (ahí está) son palabras vascas, pero ya antiguamente el juego estaba regulado y solo podía realizarse en la tafurerías (las más famosas en Olite y Tudela), que frecuentaron incluso reyes como Sancho el Fuerte (S. XIII) y que eran escenario de un sinfín de peleas y trifulcas.
La Calle Comedias debe su nombre al teatro construido en 1623 y reedificado en 1666 (la Diputación contribuyó con 100 ducados a cambio de un palco permanente), que funcionó hasta el siglo XIX. Se trataba del típico y bullicioso teatro de corrala, con los hombres ubicados en el patio, las autoridades y pudientes en los palcos, y las mujeres en la “cazuela” o gallinero. La primera representación documentada en Pamplona data de 1464 con motivo de la coronación de Juan de Albret y Catalina de Foix, pero entonces no existía un teatro estable sino que se levantaba un cadalso para la ocasión.
La censura existía en 1753 cuando el padre Catalayud advirtió que todo sainete, baile o entremés debía contar con la autorización del Vicario Eclesiástico. Pamplona y su fama de ciudad conservadora no habían cambiado tanto en 1930, cuando actuó Josephine Baker en el Teatro Olimpia: la prensa liberal celebró la actuación pero los medios conservadores la acusaron de espectáculo pornográfico, ya que “ejecutaba danzas lúbricas de salvajismo primitivo” o “hacía ostentación de impudor cínico y desvergonzante que asombra al público con sus desnudeces, cuadros vivos de la más descarada y exitante impudibumdez”, así que la sociedad de bien celebró una manifestación y actos de desagravio, acusó a las autoridades de permitir espectáculos indecentes, envió una carta de protesta al Ministro de la Gobernación y acordó no acudir durante un mes al teatro en señal de protesta.
Desde la Calle Pozo Blanco (por el pozo salinero) llegamos a la Calle Zapatería que cuenta con interesantes Palacios como el de Mutiloa, el de los Navarro-Tafalla y el del Conde de Guendulain, construido éste en el siglo XVIII por la noble familia de indianos Eslava de Enériz, cuya hija Magdalena se casó en 1763 con Joaquín José de Mencos, conde de Guenduláin, y en 1845 se convirtió en esporádica residencia de una joven Isabel II. Curiosamente hoy ha sido rehabilitado como hotel, que en su patio interior acoge una exposición de carruajes, una de las fuentes de Paret y una capilla gótica con cripta del S. XII. Llegamos a la Plaza del Consejo, donde estuvo la sede del Consejo Real y de la Corte Mayor de Navarra, en ella se conserva una de las fuentes proyectada por el pintor Paret, la de Neptuno Niño.