MONUMENTO A LOS FUEROS

Presidiendo desde lo alto el Paseo Sarasate se encuentra el Monumento a los Fueros. Muestra los escudos de los lugares que tenían asiento en Cortes y esculturas alegóricas del Trabajo (herrero), la Paz (paloma), la Justicia (balanza), la Historia (libro) y la Autonomía (con alas y mirando a la Diputación). Lo remata una matrona de bronce que simboliza a Navarra, con las cadenas en su mano derecha y la Ley Foral en la izquierda.

Fue erigido en 1903 para recordar la defensa acérrima de Navarra a sus Fueros y sufragado por suscripción popular, con aportaciones desde 25 céntimos hasta un máximo de 25 pesetas. Nunca ha sido oficialmente inaugurado pero merece la pena contar su historia.

Con el nombre de los Fueros se denomina a la compilación legislativa de la que se ha dotado Navarra a lo largo de su historia. El Fuero General de Navarra o Fuero Antiguo, fue redactado en 1238, al elegir como rey a Teobaldo I de la casa de Champaña, y su función inicial fue recopilar todo el material normativo y limitar el poder real. Hasta que los reyes no juraban guardar los Fueros no eran reconocidos como tales, además aseguraban las libertades ya que toda persona o gremio podía alegar la figura del Contrafuero cuando consideraba vulnerados sus derechos.

El 10 de mayo de 1893 el ministro de Hacienda, Germán Gamazo presentó su proyecto de presupuestos, aplicando a Navarra “las mismas contribuciones, rentas e impuestos que al resto de provincias” . Coleaba aún la conversión de reino a provincia en 1841 y se avecinaban más impuestos en una coyuntura de crisis. De inmediato se opuso la Diputación, argumentando el carlista Sanz Escartín “que estaba dispuesto a sacrificarlo todo, absolutamente a todo, para defender las instituciones forales”, o el  conservador Marqués de Vadillo “que ya en la Batalla de las Navas de Tolosa demostró Navarra que supo romper las cadenas”.

La prensa agitó el ambiente, e incluso el Liberal Navarro  señala “que eran navarros antes que liberales”. En el mismo mes de mayo los pueblos y ciudades de toda Navarra aprueban su rechazo a la ley mediante textos grandilocuentes con referencias a Roncesvalles o Amaiur. Sirva como ejemplo el Ayuntamiento de Allo: “No, Navarra no debe morir de inercia y flojedad, Navarra debe morir y si es preciso morirá, pletórica de patriotismo, llevando hasta el mayor de los sacrificios la defensa de su historia, de sus tradiciones y de sus venerandos Fueros”. 

El 28 de mayo se produjeron multitudinarias manifestaciones en las principales localidades, la crispación iba en aumento, amenazando una rebelión con resabios de una cuarta guerra carlista, y el 1 de junio se produjo el levantamiento del sargento López Zabalegui en Obanos. El 4 de junio se convocó en Pamplona una manifestación a la que acudieron 20.000 personas y el día 5 de junio todos los alcaldes y la Diputación acordaron elevar un escrito a la reina regente que llegaron a firmar más de cien mil personas (se conservan recogidas y encuadernadas en un libro).

Ese mes surgió la iniciativa de nombrar como “Plaza de los Fueros” a las principales plazas, tal como hoy las conocemos. Durante el verano se produjeron tumultos en Corella, Cascante, Artajona, Olite y el más notable en Tudela que terminó con jotas alusivas: “Si a Gamazo lo cortaran, en rajas como a un melón, no tendrían los navarros, pena en el corazón”. En febrero de 1894 fue la Diputación a reunirse con el Gobierno en Madrid y los diputados regresaron a Navarra con la vitola de héroes, siendo recibidos en Castejón por una multitud. El desenlace se produjo en marzo de 1894, cuando sale Gamazo del Gobierno y su sucesor -Amós Salvador- fracasa con un nuevo proyecto de ley.

La historia menuda. Se encargó el monumento al arquitecto Manuel Martínez Ubago, cuyo primer proyecto preveía “un joven atlético que ampara con su brazo a un anciano de luenga y venerable barba, que simboliza la edad moderna defendiendo a la antigua”. Pero finalmente fue rematado por la actual estatua de bronce, de cinco metros de alto y tres toneladas. Se trata de una matrona clásica que sostiene en una mano las cadenas rotas -símbolo de resistencia y libertad- y en la otra la Ley Foral.  La anécdota la proporciona la modelo, una pamplonesa llamada Rosa Oteiza Armona, que fue amante del hermano del arquitecto, de nombre José, con el que tuvo varios hijos extramatrimoniales. Era una mujer muy hermosa y de carácter bien plantado, ya que José Martínez Ubago se casó luego con una mujer de su posición, pero ella sin amedrentarse apareció en la boda llevando consigo de la mano a los hijos de ambos. El escándalo en la época fue mayúsculo.

Las placas. Se colocaron en 1905, tres en castellano, una en euskera y otra con supuestos caracteres íberos, cuyos textos podemos hoy leer para recordar cómo han cambiando ciertos cuentos:

«GU GAURKO EUSKALDUNOK GURE AITASOEN ILLEZKORREN OROIPENEAN, BILDU GERA EMEN GURE LEGEA GORDE NAI DEGULA ERAKUSTEKO». «Nosotros, los vascos de hoy, nos hemos reunido aquí en inmortal recuerdo de nuestros antepasados, para demostrar que queremos seguir manteniendo nuestra ley».

«GU EUSKALDUNOK BESTE JAUN EZTEGU JAUNGOIKOA BAIZIK, ATZEKOARI OSTATUA EMATEN DEGU ONIRIZKERO BAINO EZTEGU NAI AIEN UZTARRIA JAZAN. ADITU EZAZUE ONDO, GURE SEMEAK». Nosotros los vascos, no tenemos más señor que Dios. Al extranjero le damos acogedora hospitalidad, pero no queremos soportar su yugo. Oidlo bien, hijos nuestros».

«SE ERIGIÓ ESTE MONUMENTO PARA SIMBOLIZAR LA UNIÓN DE LOS NAVARROS EN LA DEFENSA DE SUS LIBERTADES, LIBERTADES AÚN MÁS DIGNAS DE AMOR QUE LA PROPIA VIDA»

«LA INCORPORACIÓN DE NAVARRA A LA CORONA DE CASTILLA FUE POR VÍA DE UNIÓN PRINCIPAL, RETENIENDO CADA REINO SU NATURALEZA ANTIGUA, ASÍ EN LEYES COMO EN TERRITORIO Y GOBIERNO».

«JURABAN NUESTROS REYES GUARDAR Y HACER GUARDAR LOS FUEROS, SIN QUEBRANTAMIENTO ALGUNO, MEJORÁNDOLOS SIEMPRE Y NUNCA EMPEORÁNDOLOS, Y QUE TODA TRANSGRESIÓN A ESTE JURAMENTO SERÍA NULA, DE NINGUNA EFICACIA Y VALOR».