LA EDAD MEDIA

Tras convertirse Iñigo Arista en el primer monarca de Pamplona (años 820-851 aprox.) las sucesivas dinastías consolidarán el Reino de Pamplona frente al dominio musulmán durante la Alta Edad Media.

Pero a comienzos del nuevo milenio una particularidad marcará el devenir de la ciudad, pues Sancho Garcés II donó la ciudad “a Dios y a Santa María” como así ratificó el rey Sancho Ramírez en 1087. Esta donación no tuvo nada de simbólica pues desde entonces pertenecerá de forma íntegra al obispo, el sometimiento a la jurisdicción eclesiástica durante más de trescientos años supuso que los reyes no percibían renta alguna y apenas ejerció Pamplona como corte ni sede real. Incluso el Palacio Real perteneció durante más tiempo a los obispos que a los reyes. No será hasta 1319 con el Concordato de París cuando la iglesia devuelva nuevamente al Rey el señorío y las rentas de Pamplona.

San Cernin con su imponente aspecto de fortaleza elevada.

Podemos sin dificultad imaginar que la generosidad mostrada por sus antepasados no les hizo la más mínima gracia a los sucesivos reyes, que ni pintaban ni mandaban ni ingresaban nada de la ciudad más importante del Reino. Y su imaginativa solución consistió en crear una nueva ciudad pegada a la ciudad ya existente. Así que frente a la Navarrería (la ciudad originaria, con población autóctona y dominio del obispo), optaron los reyes por crear la suya propia: el Burgo de San Cernin.

Alfonso I el Batallador concedió el fuero de Jaca en 1129 al Burgo de San Cernin (extranjeros francos, burgueses y comerciantes que ya se habían establecido hacia 1090), donde tenían prohibido residir los navarros. También desarrollarán la Población de San Nicolás (más heterogénea), y fueron surgiendo barrios más efímeros como La Pobla Nova del Mercat, el Burgo de San Miguel o la Judería.

San Nicolás semejando la torre de un castillo.

Por lo tanto no había una sino tres Pamplonas, cada una con población diferenciada en lengua, orígenes, oficios y condición social, con desiguales privilegios, parroquias diferenciadas, murallas y fosos que las separaban, sus propios regidores y sus respectivos odios… Un verdadero polvorín, así que los conflictos no tardaron en llegar, en 1213 hubo violentos enfrentamientos, y en 1222 los de San Cernin atacaron la Población de San Nicolás, quemaron su iglesia y mataron a la gente que se había refugiado en ella (si observamos en los pilares bajos de su interior todavía se aprecia el color negruzco provocado por el fuego). Se impuso una paz humillante a San Nicolás, el rey Sancho el Fuerte favoreció a San Cernin y el obispo don Remiro hizo la vista gorda, pues era hijo bastardo del rey.

Pero lo más grave cuando en 1276 San Cernin y San Nicolás atacaron la Navarrería, arrasándola por completo. Fue la Guerra de los Burgos. Y las tropelías fueron absolutas: asesinaron, violaron, robaron, saquearon y destrozaron todo, encarcelaron, ahorcaron o empalaron a los hombres, derribaron y quemaron las casas. Era el botín, el estímulo y recompensa de los soldados. Y durante casi cincuenta años permaneció la Navarrería como un completo erial hasta que en 1324 se permitió reedificar, precisamente tras recobrar el Rey el dominio sobre la ciudad.

La paz definitiva llegó con Carlos III el Noble, quien el 8 de septiembre de 1423 dictó el Privilegio de la Unión en 1423 de forma que integró la ciudad, erigió el Ayuntamiento en tierra de nadie, dotó con las mismas leyes, un único escudo y los mismos regidores a los tres barrios. Por fin Pamplona se convirtió en una sola.