Salsipuedes. Y entra si te dejan se decía en Pamplona. El nombre le va como un guante estrecho a la calle más corta de Pamplona, que con sus 23 metros de largo resulta un difícil campo de entrenamiento para una Javierada. Por cierto, ocupa la séptima posición en el estrambótico ránking de las calles más cortas de España.
Pintoresca y algo misteriosa, se accede a ella desde la acogedora Plaza de San José. Entrad en Salsipuedes si la verja está abierta. Pero no pretendáis salir por el otro lado, pues no hay más salida que la propia entrada. Y qué mejor nombre para una calleja en la que se encuentra un convento de clausura: salid si podéis podríamos decir a las monjas, pero vamos a suponer que no quieren. Y ojo, que su apacible aspecto engaña, pues hubo quienes no salieron ni por delante ni por detrás.
La referencia más antigua a su nombre es de 1774, y ya por entonces era un fondo de saco, una calle sin salida. Contaba con un pozo público y cuatro casas habitadas por arcedianos, curas y canónigos. Su nombre popular se transformó en nomenclatura oficial por el acuerdo municipal de 1861. Figura en el padrón del año siguiente, con el Cuartel de Carabineros como edificio notable en ella ubicado.
LOS QUE NO SALIERON COMO ENTRARON
Nuestra discreta calle conoció tiempos turbulentos y poco aconsejables para darse un romántico paseo. Ramón Lapeskera en su libro Crímenes en las calles de Pamplona, cita los homicidios que se produjeron en Salsipuedes en 1895: Juan Sola recibió tres puñaladas al ser robado cuando iba a entregar un paquete, y una reyerta en el número 3 de la calle produjo dos víctimas, que al parecer habían discutido por cinco céntimos. Perdón por el chiste fácil, pero es inevitable escribir que en este caso salieron… con los pies por delante.
EL CONVENTO DE LAS CARMELITAS DESCALZAS
Al final de la calleja se encuentra el convento de las Carmelitas Descalzas, cuya historia se remonta a 1583, cuando Catalina de Cristo, discípula de Teresa de Jesús, habilitó en la calle Jarauta el primer convento carmelita femenino de España. En 1604 se trasladaron al que se edificó en la Plaza del Castillo. Éste padeció en siglo XIX los estragos de las guerras (en plural), pues fue dañado en 1813 y de nuevo en 1823.
En 1836 la Desamortización de Mendizábal ordenó la confiscación de sus bienes y derruir el convento, por lo que se trasladaron al cenobio de los carmelitas en la calle Descalzos. Precisamente estos debieron irse de España y a su vuelta en 1895 lo seguían ocupando sus colegas femeninas, por lo que compraron el solar de la Calle Salsipuedes por 167.669 pesetas y edificaron allí el actual convento, obra de Florencio Ansoleaga, quien plasmó su reconocible y discutible estilo. Para 1900 ya estaba bendecido e inaugurado.
UNA QUE SALE POCO, PERO SE ASOMA
Dentro del convento se encuentra el cuerpo incorrupto de su fundadora, Catalina de Cristo. Nació en 1544 en Madrigal de las Altas Torres (Ávila) y falleció en 1594. Al ser exhumado su cuerpo fue hallado incorrupto, hecho calificado como milagroso. Recibió veneración pública, siendo incluso visitado por el rey Felipe III y Margarita de Austria en 1600. En 1604 se trasladó a Pamplona, y tras los diversos trajines domiciliarios, las monjas lo llevaron en andas al nuevo de la calle Salsipuedes en el año 1901.
Y allí que seguía incorrupto en el año 2008 cuando fue expuesto al público 415 después de su fallecimiento. La exposición tuvo lugar desde las ocho de la mañana hasta después de la misa de las seis de la tarde, que fue celebrada por el arzobispo.