El encierro más rápido de la historia fue el 11 de julio de 1997, cuando el toro Huraño de la ganadería Jandilla completó el recorrido en un minuto y cuarenta y cinco segundos. A su vez, el keniano David Rudisha posee el récord del mundo de atletismo de 800 metros, con un minuto y cuarenta segundos. Por lo tanto, y considerando que el recorrido es en cuesta, ni siquiera el hombre más rápido del mundo en su mejor día aguantaría el ritmo de los toros durante el trayecto completo.
El encierro más largo duró media hora. Fue en 1958 debido a un astado que ya en la plaza se negaba a entrar en los toriles. Fue necesaria la intervención de un “perro diminuto color canela” que ladró al toro y le mordió en las patas hasta que “tras 25 minutos de brega” le hizo cruzar la portalada. Tras ello, un grupo de mozos cogió al perro en hombros y le dieron la vuelta al ruedo “entre una entusiasta ovación de la plaza”.
Entre mil quinientas y tres mil personas corren cada día el encierro. Un 18% son de Navarra y un 45% extranjeros. Uno de cada seis no ha dormido la noche anterior (en este apartado los franceses son los más inconscientes, pues el 33% corre de gaupasa). Y el 46% del total es la primera vez que corre (y seguramente la última), vamos que no tienen ni idea de qué va esto y luego pasa lo que pasa.
El encierro ha producido dieciséis muertos a lo largo de su historia. Y dos han sido los toros más letales: «Semillero» y «Antioquio», quienes en 1947 y 1980 mataron cada uno a dos corredores en el mismo encierro.
Según cuenta Iribarren, a la lista de fallecidos por los astados habría que añadir tres más, los mozos Botero, Paniagua y Caramozorro, muertos en los años treinta tras la indigestión producida por una comilona sanferminera con estofado de toro.
El corredor que ha sufrido más cornadas es el estadounidense Stephen Townsend, nada menos que siete le dejó de regalito «Rehilera» en el encierro de 1984, y una de ellas de 40 centímetros. Por suerte (y gracias a la intervención médica) salvó la vida.