Continuamos por la zona más evocadora y mejor conservada de las murallas de Pamplona: el Portal de Francia, entrada de los peregrinos y antiguamente Portal del Abrevadero. Es el único conservado de los que franqueaban la entrada a al ciudad, habiéndose además recuperado su puente levadizo. Los portales se cerraban una hora después del toque de queda, el capitán de llaves los abría y cerraba, mientras que el portalero cobraba la entrada de mercancías, como así decía la copla: «Ya llegamos a Pamplona, ya salen los portaleros, a meter mano a las cestas, y a tocarnos bien los huevos”.
Es también conocido como el Portal de Zumalacárregui, pues del mismo partió a pie el líder militar un 2 de noviembre 1833 para capitanear la insurrección carlista y dar inicio a la Primera Guerra Carlista. Estaba casado con la pamplonesa Pancracia de Ollo, y vivía muy cerca del portal: en el número 25 de la Calle del Carmen, cuya particularidad es que los barrotes de la escalera son cañones de fusil.
En la Plaza de Navarrería encontramos el Palacio del Marqués de Rozalejo y la Fuente de Santa Cecilia, desde la que algunos turistas sanfermineros se lanzan de forma estúpida y temeraria. Quiere la casualidad que el pintor Luis Paret proyectase la fuente el mismo año (1788) en que se fundó Nueva Gales del Sur, antecedente de Australia, origen de la mayoría de quienes a ella se suben.
Cruzamos la acogedora Plaza de San José, donde se ubicó la Canonjía hasta que la Desamortización de Mendizábal enajenó las casas de los canónigos y se edificó en 1865 el Instituto de Enseñanza Secundaria -que cuenta con un bonito patio isabelino- en el que estudió Pío Baroja. La casa anexa a la catedral era la Casa del Músico, uno de los edificios civiles más antiguos de Pamplona, pues es coetáneo de la catedral gótica. En la Plaza se encuentra el callejón de Salsipuedes, una calle sin salida y con doble sentido, ya que también da acceso al Convento de las Carmelitas, que fue de clausura.
A través de un callejón del Redín llegamos a un rincón único: el Baluarte del Redín con su magnífica panorámica y la explanada que acoge el Mesón del Caballo Blanco, sobre el que advertimos que no es medieval sino construido en 1960 en estilo historicista conforme al proyecto de José Yárnoz.
La Ronda del Obispo Barbazán debe su nombre a Arnaldo de Barbazán (obispo de 1318 a 1355, al que muchos pamploneses del siglo XX llegaron a conocer, no es una errata sino una broma, puesto que al desenterrar sus restos hallaron su cuerpo incorrupto con las vestiduras pontificales completas por lo que decidieron exponerlo al público. Se trata de un agradable paseo de ronda con garitas, que desandaban una y otra vez los soldados en labores de vigilancia. Lástima que no estuvieran en 1935 cuando unos ladrones accedieron a la sacristía tras serrar la reja que da a la Ronda Barbazana. Robaron varias coronas de la imagen de Santa María la Real, cruces del relicario del Lignum Crucis, cálices, oro, joyas y la arqueta de marfil de Leyre, joya de la iconografía medieval. Hicieron todo con tranquilidad, pues se comieron unas pastas que acompañaron con el vino de consagrar. Apenas un mes después se produjeron detenciones en París y Jaca que condujeron al botín… la mayoría estaba en manos de un relojero pamplonés y la arqueta se encontró escondida en unas zarzas en Berrioplano.
En el paseo se encuentran los lienzos de muralla más antiguos de la ciudad, algunos con el sistema constructivo en espina de pez “opus spicatum”, tal vez testigos de la destrucción de Pamplona por Carlomagno en el 778, y otros parecen sillares de origen romano, que pudieron reutilizarse en la muralla medieval, antigüedad que también se aprecia en las saeteras y en los arranques de la Torre del Cabildo y de la parte externa de la sala capitular. Al final de la Ronda se llega al Baluarte del Labrit, donde hasta la expulsión de los judíos en 1499 estuvo la Judería. La sinagoga se derribó en 1542 para erigir el Convento de la Merced que se demolió en 1945, dando lugar a la actual Plaza de Santa María la Real.
La Calle Dormitalería se trazó como el «cardo” romano que ordenaba la ciudad y su nombre proviene del dormitalero, cargo semejante al sereno que cerraba las puertas de la canonjía o viviendas de los canónigos. En su recorrido se encuentra un lugar evocador, el antiguo Arcedianato, con la entrada al Claustro y al Museo de la Catedral. Paralela es la Calle Compañía, donde tuvo su sede la Compañía de Jesús -que le da nombre- hasta su expulsión en 1767. Hoy sus dependencias se las reparten la Escuela de Idiomas y el Albergue de Peregrinos. Continuamos por la Calle San Agustín, con su Iglesia homónima del siglo XVI, aunque desfigurada por reformas como la de su fachada en 1897. Su mayor peculiaridad es que Garcilaso de la Vega fue en ella armado caballero de la Orden de Santiago en 1523, contaba con 20 años y era soldado de Carlos I, por lo que seguramente había luchado contra el intento de Enrique II de Albret por recuperar el reino de Navarra.
Reblogueó esto en joseluisnavarronavarra.
Me gustaMe gusta